Friday, December 04, 2009

LA ISLA


Ella llegó minutos antes del primer asombro.

Las vegetación se quejaba azotada por el viento mientras yo caminaba por la orilla sur al amanecer. Algo llamó mi atención. No era la lluvia que en esos momentos ascendía boscosa (se abren grietas en el suelo y comienzan a elevarse gotas), se trataba de un calor bajo mis pies, en la arena. Me arrodillé y me puse a cavar con las manos. A mayor profundidad mayor el calor, era extraño, no quemaba, cristalizaba la arena. Luego de unos minutos el pozo se había transformado en un hondo espejo cóncavo desde donde extrajimos el asombroso objeto que puse sobre sus manos. Nunca me había encontrado con algo igual.

- “Es uno de esos soles diminutos de luz fría…” -dijo ella, examinándolo. Luego levantó la vista y agregó “¿siempre les llueve hacia arriba?”

- “¿Puede ser de otra manera? No conozco otra forma para que la humedad regrese a su origen, en ese oleaje que ves arriba, en el cielo, donde se reflejan -una a una- las estrellas que rodean esta isla”. En efecto, las estrellas acá siempre se han encontrado a nivel de los pies, hasta perderse de vista, formando el horizonte. De pronto, otro asombro.

- “Mira, en lo alto de esa palmera hay una luz parpadeando y este sol imita su pulso”. Unió sus manos y sosteniendo el objeto las levantó, alineando con la vista, al sol y la copa del árbol.

- “Es como si intentaran comunicarse”- le dije. La palmera se caracterizaba por tener un tronco ahuecado a través del cuál se podía escalar con facilidad desde su interior. Nos propusimos subir con la intención de dilucidar el misterio.

Cada paso dado acrecentaba el resplandor y hacia más frecuente su intermitencia. El viento se volvió crudo, casi agresivo. Trepamos por dentro hasta que entre ramas y hojas descubrimos que un pedestal plateado era la causa de tan poderosa luz. Instintivamente depositamos nuestro descubrimiento sobre él. Nos miramos, silencio cómplice, nada nos detuvo, nos dejamos llevar por la hipnosis del pulso. Al contacto se produjo un explosión blanca, un alboroto en el ambiente, un remolino rodeando el árbol, ruido, aves ciegas revoloteando.

El tiempo se hizo un nudo largo y apretado.

Abrimos los ojos. Para entonces la palmera se había transformado en un decidido faro. Las estrellas de las que hablé al comienzo ascendieron de a poco. Todas. Tal como desde la mañana lo había hecho la lluvia. Arriba, el alto y ruidoso mar comenzó a tragar blandamente cada una de ellas.
Arrebatados, entramos en el sueño. Dejó de llover, la marea se calmó. Y del cráter del sol nunca más pudimos determinar cuál había sido su punto exacto.
Lo cierto es que desde entonces las estrellas se incrustaron al cielo.

4 comments:

satanaz said...

Wenas, feliz año, ahora si que que llegaron los zombies a la moneda.

José Huichamán said...

GRacias, Ricardo. Feliz año pa tí tambié. Y respecto de los Zombies en el palacio de gobierno, habrá que hacer entusiasmo de la catástrofe, Flores del Mal como lo hizo el tío Baudelaire.

El tercer tomo se vendrá con más ganas!

JoZe said...

Me encantó la ilustración, muy bella...no puedo decir lo mismo del texto ya que obedientemente lo "leí a la rápida"

José Huichamán said...

jajajaj, muchas gracias de todas maneras!